lunes, 10 de enero de 2011

Juego, profundidad, emoción y cambio.

"Sin intención de formar músicos, el jardín de niños puede ser un lugar para conocer, para aprender a disfrutar y expresarse"

En el jardín de niños, la música funciona, crece y se desarrolla a partir de las posibilidades y de los intereses de los docentes. Por eso es importante pensar qué cosas somos capaces de ofrecer desde nuestra función.

La formación que reciben en el profesorado debiera, por lo menos, capacitarlas para no cometer errores que puedan producir algún daño.
 
Que no hagan daño con la música, que puedan trabajar sus aspectos con el mínimo criterio como para no producir conflictos en los chicos. Eso sería suficiente.



¿No hacer daño?

Hacer daño es reproducir preconceptos que fueron inculcados en nosotros, los docentes, y que seguimos recreando cuando opinamos acerca de las posibilidades o carencias que tiene un alumno para desarrollar o cumplir ciertas consignas.

El hacer que el alumno tenga un preconcepto de sí mismo es hacer daño.

Las grandes ilusiones que tienen los docentes con algunos generan efectos a veces no deseados.

Tenemos, entonces que trabajar abiertamente. Trabajar conociendo las dificultades y posibilidades expresivas de nuestros alumnos en cualquiera de los lenguajes e ir viendo cómo desarrollar esas posibilidades sin demasiadas opiniones, tratando de no crear expectativas en ellos ni en los papás, porque sin duda el tiempo será el testigo de ese desarrollo.

Música para niños

Nadie se va a malograr porque escuche una música que sea de alta calidad. Pero en este punto es donde comienza a jugar la preparación del docente: qué es lo que él conoce y qué puede ofrecer.

Cuanto mayor es la variedad de la oferta, más amplia es la posibilidad de los chicos de tener un espíritu crítico, porque podrán elegir la música, podrán poner en palabras algo de cada una de ellas y en definitiva podrán elegir cuál es la que les gusta más y cuál menos.

Los niños pueden opinar que determinada música es más rápida o más lenta, pero la educadora puede trabajar sobre esas reflexiones, planteando otras preguntas, como por ejemplo: ¿de qué época es?, ¿qué nos pasa cuando la escuchamos?, ¿se puede bailar?, ¿cómo se bailará esta música si es de otra época?

Esto enriquece el panorama de la música, que no es un lenguaje separado de los demás.

Hacer música es también el análisis, la reflexión, las preguntas. 

Con cada material que se lleva al jardín se puede hacer una mínima reflexión antes de reproducirlo.
 
El fanatismo por la reproducción: ¿y la precepción?

El lenguaje musical es muy completo y permite combinar y desarrollar muchas capacidades, por lo que la composición, la ejecución, la reproducción permiten incluso desarrollar capacidades que también serán útiles para el aprendizaje de otras disciplinas.

Todavía persiste una especie de fanatismo por producir; porque los niños reproduzcan, toquen, ejecuten con instrumentos de percusión: canten... Y sin embargo, si nos ponemos como ejemplo, como adultos, nosotros no lo hacemos.

No reproducimos todo lo que escuchamos. Tampoco vamos a escuchar un concierto de salimos tocando el violín.

Hay que tomarse el tiempo e impregnarse, empaparse con los lenguajes, y después pensar por qué caminos el individuo puede expresarlos, ejecutarlos.

Si hubiera una secuencia de trabajo en toda la escolaridad, en unos diez años de relación con la música uno debería poder manejarse fácilmente con el lenguaje.

¿Qué es una canción infantil?

Para muchos, la canción infantil es aquella que pueden reproducir los chicos y para otros es aquello que se les puede vender a los chicos.

La música que pueden reproducir los chicos no siempre son músicas creadas para ellos.

Y allí empiezan las dificultades para la definición: los chicos reproducen muchas cosas que escuchan en la radio o en la televisión y que no fueron pensadas para ellos.

Algunas características en la  música: el juego, la profundidad, la emoción, el cambio. Cuando la música tiene estas características: estamos en un buen camino… (Más allá de si se puede uno se puede cantar).

En general, las músicas de consumo masivo tienen alguna o ninguna de estas características. Los chicos las pueden aprender muy rápido y pueden palmear fácilmente su ritmo constante.

No es malo ni bueno escuchar la música que aparece por televisión. Pues empobrece escuchar todo el tiempo lo mismo.


Las canciones para…

En general, las educadoras requieren canciones que les “sirvan para algo”. Para enseñar otra cosa; para explicar algo, siendo canciones “Servilistas”, al servicio de otros intereses.

La música no es algo que nos “sirve para aprender alguna cosa”. Es un lenguaje propio que en el mejor de los casos nos sirve para aprender a “sentir algo”.

Los criterios de secuenciación

Hay una secuencia que tiene que ver con los objetivos que uno se propone y con las posibilidades que tienen los niños de asimilar, comprender y reproducir. 

Hay algunas cosas que ni pueden hacer aunque estén pensadas para ellos, y otras que hacen aunque estén pensadas para etapas evolutivas más avanzadas.

Por ejemplo si se trata de bailar, elegiremos algo que rítmicamente tenga una secuencia fácilmente reconocible aunque el texto esté en otro idioma o melódicamente se mas complicada.

El trabajo con los instrumentos

Generalmente comienza y termina con los instrumentos de percusión. Esto es un buen comienzo, pero solamente un comienzo. En la realidad, cuando el niño mire una orquesta o un grupo de rock no verá ningún músico que toque un cascabel o un toc-toc, por que ninguna de estas tiene esos instrumentos.

Los instrumentos de percusión son interesantes para explorar el sonido, para operar sobre sus características, para conectarse con los materiales, pero resultan insuficientes para mostrarles el mundo de los instrumentos y se corre el riesgo de los chicos puedan creer que este mundo termina en ellos.



Los  medios

Los chicos pueden pensar que la única música que hay es la que escuchan en los medios, sobre todo en la televisión (ese es un existo de los medios masivos).

Pero, por otro lado, el docente seguramente no cree que ésa sea la única música, y entonces existe la posibilidad de tomar lo que los niños traen, junto con otros materiales que aporte el docente, e incluirlos para poder reflexionar sobre ellos.

De lo contrario, terminaremos por creer que la única música que pertenece al mundo de los chicos es aquella que se escucha en la televisión.



El niño sí se va a malograr si eso es lo único que escucha, porque creerá que es lo único que hay y se formará musicalmente creyendo en esa única posibilidad (sabemos que los medios masivos tienen otros fines, que no son educar ni formar un oyente experto; sino vender el producto).

En el ámbito infantil hay géneros, música y autores que nos se consiguen fácilmente y no circulan tanto, pero ese es el trabajo que les corresponderá realizar a los docentes del aula y a lo docentes especializados.





También puede trabajar con los papás, para que busquen para sus hijos diferentes tipos de música que no sean las que siempre ofrecen los medios.

Puede sugerirse que los padres compartan con sus hijos la música que ellos escuchaban en su juventud, o la que sus padres les hacían escuchar cuando eran chicos.

Esto nos permitirá un espectro más amplio de posibilidades.

El maestro no solo tiene que estar con los niños. Debe colaborar con los padres para que juntos puedan elegir, en cada momento, lo mejor para ellos.

Gianni, Carlos (1998), "Juego, profundidad, emoción y cambio$, en 0 a 5. La educación en los primeros años, año 1, núm 6, noviembre, Buenos Aires, Ediciones Novedades Educativas, pp. 64-73


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